Mi pequeña revancha: julio 2010

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¿Lagunas mentales?
No se preocupe
Péguese un viajecito a la Argentina
Se las quitarán de inmediato



El (la) 26





26

Febres era un jugador incansable de 5 y 6. Los domingos que yo amanecía en la 26 era plan fijo ir con él a sellar el cuadro.
El cuadro era una serie de ovalitos organizados en dos cuadrículas, impresas en una hoja doble, con el número de la carrera en el eje X y el número del caballo en el eje Y. Febres rellenaba con bolígrafo el ovalito donde estaba el número del caballo o los caballos que creía que iban a ganar cada carrera. La marca se traspasaba con papel carbón a la hoja de abajo.
Sellar era ir a un lugar donde le ponían una estampa de autenticidad, arrancaban la copia, y cobraban. Y esta era una de las cosas que Febres y yo compartíamos a pesar de los sesenta años que nos llevábamos. A veces era él quien se desplazaba de generación, como cuando jugábamos bowling en el Atari 2600 que él me regaló.

Mi doble

¿Por qué este afán por publicar (y no hablo de escritores sino de todo el que tiene feisbuc.fliquer.tuiter.blog.cuentaenyutub)? Yo arriesgo la siguiente hipótesis: si, pensamos, como Juan Villoro, en una arqueología del futuro, habría también que pensar que, a pesar nuestro, quedarán registros de nuestra existencia. Y, sobre todo, que en esos registros probablemente reinarán las falsificaciones, los dobles y los malos entendidos.
Por ejemplo, si el error que incluye a Pp en la genealogía se hubiera reproducido, yo aparecería como Eduardo Febres Cordero. Y no aparezco, pero Eduardo Febres-Cordero existe: tiene 25 años, es caraqueño, escribe y es chavista. Entonces cuando conocidos o familiares me preguntan a qué me dedico y ellos me guglean, aparece él:
Por eso creo que esta asiendad exhibicionista que marca el espíritu de la época (al menos de quienes podemos ocupar nuestro tiempo en preguntas menos vitales que ¿tomaremos agua esta semana? o ¿comeremos algo más que galletas de barro?) tiene que ver con el deseo de que haya suficientes huellas de nuestra identidad como para que alguien nos recuerde sin confundirnos, cuando pase la barredora que anuncia el horóscopo maya y que Fidel dice que es para ya.

El nombre del padre

Mi sangre trajo grabada las formas de su historia.
Nací marcado por la figura de mi padre (Pp de ahora en adelante) y por su apellido.
Cuando digo la figura digo sus gestos, su voz, su color de piel, su acné, su barba, su mirada.
Y cuando digo apellido digo su apellido mutilado. Digo apellido que tiene en Internet colgada una genealogía según la cual yo no nací.
La genealogía dice que la sangre de Pp proviene de un "Guilles La Fevre , natural de Courtrai, en el antiguo condado de Flandes y que hoy forma parte del Reino de Bélgica". Guilles. El tronco, le dicen. Seguramente tuvo muchos esclavos.
De la isla de Hierro proviene esta foto:



Pero yo por azar ya no. En Pp se detiene la genealogía.

Pp aparece, pero por error. Aunque este Humberto Febres-Cordero se refiere a él, él no es Humberto Febres-Cordero, sino Humberto Febres Cordido. Al registrarlo, mi abuelo decidió retirarle la segunda parte del apellido.
Puso como excusa que el apellido de mi abuela era muy parecido a Cordero, y la gente se iba a confundir. Pero yo estoy convencido de que lo hizo porque los Febres-Cordero son un linaje de dueños del trabajo ajeno, y a él le tocó trabajar toda la vida para otros (contándoles el dinero) hasta ser desechado.
Si un árbol genealógico fuera un árbol, habría que decir que yo crecí de una rama a la que le dieron un hachazo.
Pp y yo, los dos únicos hijos varones, caímos a la tierra, y somos una planta aparte. Y si yo no dejo descendencia (si no dejo embarazada una mujer, y ese hijo nace y sobrevive) yo seré algo así como la última extremidad de la rama cortada que cayó a la tierra. Y es precisamente lo que pienso ser.